Una apuesta por la salud

En una región marcada por contrastes entre desarrollo industrial y rezago social, el anuncio de una nueva Universidad de la Salud en Reynosa representa más que una obra pública. Es una señal de atención a una frontera que durante años ha demandado mayor inversión educativa. En lugar de promesas vacías o cifras abstractas, la decisión plantea una posibilidad concreta para que más jóvenes puedan formarse profesionalmente sin tener que abandonar su ciudad.
La noticia no vino sola. Fue parte de un conjunto de acciones anunciadas por el secretario de Educación de Tamaulipas, Miguel Ángel Valdez García, durante su visita a esta ciudad fronteriza. En cifras duras, se prevé que el ciclo escolar 2025-2026 arranque con un millón 20 mil 620 alumnos en el estado. De ellos, 644 mil cursarán la educación básica, 145 mil la media superior, más de 67 mil formación para el trabajo y 163 mil estarán inscritos en educación superior. Tamaulipas representa casi el 3% de la matrícula nacional. No son pocos, y sin embargo, en muchas regiones, siguen siendo invisibles.
Reynosa es un epicentro productivo. Es un músculo industrial que genera empleo, inversión y presión social. Pero el desarrollo económico ha ido mucho más rápido que el educativo. Mientras las maquiladoras exigen personal técnico y profesional, muchos jóvenes migran, se estancan o se frustran por no encontrar un camino claro para formarse en su propia tierra. El anuncio de una Universidad de la Salud, con carreras como medicina, biomedicina y nutrición, abre una posibilidad real de construir futuro sin tener que abandonar el territorio.
Y es que el fenómeno no es menor. Formar médicos en la frontera no solo implica atender la demanda profesional, también impacta directamente en el acceso a la salud pública. Esta región ha sido históricamente golpeada por la precariedad de los servicios sanitarios, con hospitales rebasados y zonas donde la atención médica es un privilegio más que un derecho. Que se forme talento local significa arraigo, identidad, y eventualmente, una red de profesionales comprometidos con la zona que los vio crecer.
La salud no puede ser una aspiración de élites centralizadas. Debe democratizarse, y eso se hace desde las aulas. La Universidad de la Salud no es una panacea, pero sí un gesto estratégico que tiene el potencial de romper inercias. Si se le dota de calidad académica, instalaciones dignas, planta docente preparada y vinculación institucional, puede convertirse en un bastión formativo. No es suficiente que exista, debe ser competitiva, accesible y sensible a las realidades de la frontera.
La decisión de instalar esta universidad en Reynosa no es gratuita. La ciudad carga un peso demográfico y económico que pocas veces es correspondido con infraestructura educativa de alto nivel. El número de jóvenes que egresan de preparatoria cada año en esta zona es alto, y muchos de ellos terminan en trayectorias truncas, atrapados entre la necesidad de trabajar y la imposibilidad de costear estudios fuera de la ciudad. Para ellos, una universidad pública enfocada en salud podría representar algo más que una oportunidad académica. Podría ser la primera vez que se sientan parte de un proyecto colectivo de transformación.
El otro anuncio importante fue la construcción del CBTIS 302. Es también relevante, porque la media superior es el cuello de botella del sistema educativo. Muchos jóvenes desertan en esa etapa por razones económicas o sociales. Fortalecer la oferta técnica y tecnológica, y más aún, incorporar el modelo de educación dual -que permite al estudiante formarse tanto en el aula como en un centro de trabajo- es una vía inteligente de conectar educación con empleo. Pero este modelo debe cuidarse de no convertirse en una excusa para mano de obra barata. Debe garantizarse que el componente formativo esté por encima del utilitario.
Hablar de cifras también permite dimensionar el reto. Más de 55 mil docentes atenderán a una matrícula de más de un millón de alumnos en todo el estado. Son 7,233 escuelas las que forman el entramado educativo. Son datos que imponen respeto, pero también exigen reflexión. ¿Qué tipo de educación están recibiendo esos alumnos? ¿Qué futuro les estamos ofreciendo más allá de los números?
El programa de útiles escolares para educación básica, así como la distribución de libros de texto ya confirmada, son apoyos logísticos valiosos. Pero son, al final, acciones de mantenimiento. Lo que realmente marca diferencia son las decisiones estructurales, como la creación de nuevas instituciones en zonas estratégicas. Y Reynosa lo es. No solo por su tamaño o su peso económico, sino porque es un termómetro de lo que ocurre cuando el Estado decide invertir en los márgenes.
El contexto no es sencillo. La obesidad infantil y las adicciones en adolescentes -señaladas por el propio secretario- son problemáticas que requieren algo más que programas temporales. Requieren intervención interinstitucional, continuidad, voluntad política y educación crítica. Por eso es clave que la formación en salud no se limite a lo clínico. Debe incluir una dimensión social, comunitaria, preventiva. Que los futuros médicos y nutriólogos entiendan el contexto donde van a ejercer. Que no estudien para irse, sino para quedarse.
La frontera no solo necesita seguridad. Necesita salud, educación, arte, ciencia y esperanza. Necesita proyectos como este, que aunque aún no está construido ni tiene fecha exacta de apertura, ya genera conversación, ya dibuja una posibilidad.
Lo importante ahora será el seguimiento. Que no se trate solo de una promesa ni de un monumento al olvido. Que esta universidad se construya con visión, con voces locales, con participación real de la comunidad académica y estudiantil.
Porque las ciudades que enseñan a sanar, también sanan sus heridas.
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X: @carlostovarmxanalista invitado