La insoportable vejación de una maestra jubilada

Irma Hernández Cruz es la más reciente cara del horror mexicano. ¿En dónde está el gobierno?, ¿Encerrado en sí mismo? ¿Ocupado sólo en ellos?
Ahí donde la falla del Estado es sistémica, la extorsión se entroniza como crimen perfecto. Es un delito de delitos y, en el caso de México, la palmaria constata
ción de que en este país resulta más creíble la amenaza de los criminales que la promesa de las instituciones, cuya legitimidad se desmorona con cada tributo extraído a punta de pistola.
Extorsionar implica poseer los mecanismos necesarios y suficientes para imponer a una persona, a un gremio o a toda una comunidad un esquema de rentas paralelo al Estado; por tanto, es casi, por definición, sinónimo de crimen organizado y suplantación de la autoridad.
Quien extorsiona capitaliza la incompetencia y/o la corrupción de los gobiernos. Una autoridad coludida por acción u omisión deja a la víctima con muy pocas opciones. O resistir (con o sin denuncia) asumiendo costos, o acatar sin más el impuesto espurio.
Es falaz la racionalidad de que se paga a cambio de permiso o de protección, a fin de contribuir a un supuesto orden o a la defensa en contra de entes externos. Para eso se va a las urnas y cualquier esquema alternativo al producido con votos erosiona la democracia.
Es perfectamente sensata, en cambio, la lógica de quienes se allanan a la extorsión al entenderla como obvio resultado del desorden que reina en municipios, Estados y federación. Desde hace muchos años, distintos niveles de autoridades son menos creíbles que el criminal.
Y cuando alguien, por humana rebeldía o por esencial dignidad, no se amilana ante una injusticia, se arriesga a letales consecuencias, como la maestra jubilada de 62 años que se ayudaba con un taxi en Veracruz y, tras ser humillada por hombres armados, apareció muerta.
Irma Hernández Cruz es la más reciente cara del horror mexicano. Jubilada y taxista, desapareció el 18 de julio. Un video donde cobardes encapuchados la hacen declarar que “con la mafia veracruzana no se juega” es lo último que se supo de ella hasta el jueves, cuando apareció su cadáver.
En la tumba de Hernández Cruz se puede escribir la promesa formal, ni tan contrita ni tan severa, de la presidenta Claudia Sheinbaum: no habrá impunidad. Para que tales palabras honren la memoria de la maestra Irma tendrían que ocurrir cosas parecidas a un milagro.
La primera condición de ese milagro es que el régimen no cace, en la calentura por haber sido exhibido en su inutilidad, a tres o cuatro chivos expiatorios, sujetos con los que se intentará un tapón mediático para que el escándalo, creen los gobernantes, amaine.
Los escobazos con los que actúan las policías, esas veloces y casi mágicas detenciones ante noticias como la muerte de la maestra Irma, que anulan la credibilidad de las cifras de incidencia delictiva “a la baja”, ese tapar el pozo ahogada la niña, no resuelven la extorsión.
Porque la segunda cosa milagrosa que tendría que suceder es que el sistema se revuelva sobre sí mismo. Que capture en cualquier gobierno o cuerpo policiaco a quien proteja a esos que controlan territorios, acopian armamento y cobran ilegales rentas.
En ocho entidades de la República ocurren dos de cada tres eventos de extorsión —Estado de México, Jalisco, Guanajuato, Ciudad de México, Nuevo León, Michoacán, Guerrero y, desde luego, Veracruz—: ¿quiénes ahí permiten grupos y hasta ejércitos ilegales?
La muerte de la maestra Hernández Cruz ocurre justo al año del rapto del narcotraficante Ismael Mayo Zambada y a unas semanas del mayor narcoescándalo en las alturas de Morena. La noticia del secuestro de la jubilada es la guinda en una pudrición bien profunda.
En el aniversario del giro novelístico de la caída del Mayo Zambada queda un colofón simple. Ni en una crisis tan violenta como la de Sinaloa, Morena se planteó el escenario de limpiar el gobierno para, con autoridades nuevas, renovar confianza y margen de acción. ¿Se puede ganar una guerra sin prescindir de quienes no se sabe bien a bien cuán involucrados estuvieron en el origen del conflicto?
Tal antecedente debería bastar para pronosticar sin temor a equivocarse un tranquilo futuro a Adán Augusto López Hernández, quien le abrió las puertas de par en par de la policía de Tabasco a alguien hoy acusado de ser operador de un peligroso cártel.
¿Es que la población y las víctimas son accesorias en términos del proyecto de captura y retención del poder por parte de Morena? ¿Rubén Rocha o Adán Augusto valen más dedicación de recursos gubernamentales que las Irmas Hernández Cruz?
De ser así, el círculo que da vigencia a la extorsión se cerrará perfectamente.
Las imágenes, congeladas si es una fotografía o pasmosamente fluidas si es el video, donde es sometida Hernández Cruz, son el mensaje que llega claro de Tijuana a Cancún: ¿en dónde está el gobierno? ¿Encerrado en sí mismo? ¿Ocupado solo en ellos?
Y si tras conocerse la muerte de Irma los gobernantes a lo más que llegan es a una sinfonía yoyista, a hablar de su estrategia y su compromiso, no de la víctima, su familia, su comunidad; y a incluso sembrar dudas sobre cómo murió la taxista, los criminales pueden alistar la siguiente jugada: si acaso, entregar unos peones para que su reino siga en paz.