La presidenta gobierna, los empresarios no ayudan

Sobre la prórroga arancelaria conseguida por México, la cuestión no es ver el vaso medio lleno o medio vacío. Porque hasta nuevo aviso, el orbe pende de la mercurial voluntad de un solo gobernante, y en tal escenario, hay quien busca alternativas, como Claudia Sheinbaum, desde lo más parecido a un esfuerzo sin acompañamiento.
La presidenta ha logrado una concesión prácticamente única en la amenaza global de aranceles de Donald Trump. El mandatario de Estados Unidos y Sheinbaum hablaron el jueves y acordaron noventa días de negociaciones. Es un nuevo respiro, ¿alguien lo aprovechará?
Desde enero la superpotencia chantajea al planeta. Trump no ha respetado acuerdos ni tradiciones. Ha sido medio año en una montaña rusa que va más allá de los sustos: a México le cayeron aranceles al acero, aluminio, cobre, autos, y otro tipo de presiones nada menores.
La nueva fecha fatal del 1 de agosto, cuando se anunciaría “ahora sí” el arancel para cada nación, era aún más temida luego de que días antes la Unión Europea aceptó un “tarifazo” de 15 por ciento. Si ese poderoso colectivo de 27 países se rindió así, todo era posible.
A pesar de que EE UU aseguró que no habría nueva prórroga en la imposición de aranceles, Trump y Sheinbaum acordaron en una llamada de 40 minutos otros tres meses de negociaciones; y si bien los aranceles ya impuestos permanecen, y otras demandas de facilidades a sus productos fueron deslizadas por Washington, por lo pronto la moneda cayó del lado de la oportunidad, y no de la crisis.
Claudia Sheinbaum lucía una sonrisa en la mañanera del jueves al informar de la nueva ronda de pláticas. Ella y su equipo adelantaron además que hay posibilidades de que se firme la semana entrante un acuerdo en términos de seguridad. El buen ánimo tenía permiso.
Lo reportado por la presidenta mexicana y por su contraparte norteño, que en su red social destacó que cada vez se lleva mejor la mandataria, supone una bocanada de oxígeno, que no por ser una más debería subestimarse, y menos dejarse pasar sin aquilatar.
Porque más allá de los méritos de la presidenta —e incluso consignando las críticas de quienes ven como un fracaso que no se haya anunciado una baja en el porcentaje de los aranceles ya impuestos, o incluso la cancelación de los mismos—, la verdadera pregunta es si el nuevo plazo será aprovechado a nivel nacional para activar un debate sobre el rumbo a tomar por la economía mexicana en el corto y mediano plazo, diálogo que más allá de ser una discusión mediática se refleje en efectiva confianza e inversiones.
Y es que si bien todo mundo estaba pendiente de lo que informara la presidenta en concreto el jueves luego de su telefonema con Trump, la opinión pública de México parece no advertir las palabras con las que Sheinbaum enmarcó los detalles de su conversación.
“Dentro de este nuevo orden mundial, porque es un nuevo orden comercial mundial: tenemos el mejor acuerdo posible”, dijo la presidenta, englobando tanto el esfuerzo de su Gobierno como el inédito marco al que todos los actores tendrían que estarse ajustando.
Se puede, por supuesto, señalar que la misma presidenta que ha logrado contener a su poderoso vecino, bien cediendo a algunas de sus peticiones, bien evitando desbocarse ante bravatas de no pocos halcones de Washington, es también causa de incertidumbre local.
Como candidata triunfante, ella decidió no alterar el curso dictado por su predecesor en cuanto a la reforma judicial. Ese cambio estructural, y sobre todo la desaseada, por decirlo leve, forma en que se procesó, son también una raíz de la desaceleración económica actual.
Porque si en México se instaló la palabra incertidumbre no solo fue por causa del triunfo en noviembre de Trump, con sus amenazas proteccionistas y su objetivo de tener a México en la mira; Morena es también beligerante factor que enfría los ánimos de inversionistas.