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Cuando Biden no reconoció a su amigo George Clooney: crónica del ‘encubrimiento’ que dio la presidencia a Trump

  • Por: IKER SEISDEDOS
  • 15 MAYO 2025
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Cuando Biden no reconoció a su amigo George Clooney: crónica del ‘encubrimiento’ que dio la presidencia a Trump

Joe Biden viajó a Los Ángeles para un evento de recaudación organizado por el poderoso productor Jeffrey Katzenberg y el actor George Clooney. Había estrellas de cine, el presentador Jimmy Kimmel lanzó preguntas amables sobre el escenario a Biden y a su exjefe, Barack Obama, y las abultadas carteras de los donantes demócratas, millonarios de Hollywood en su mayoría, se abrieron de par en par para contribuir a la campaña de reelección del presidente de Estados Unidos.

Cuando, a la hora del besamanos, Clooney saludó al homenajeado se dio cuenta de que este no lo estaba reconociendo, pese a que ambos se habían tratado desde hacía más de 15 años.

“Es George Clooney, señor presidente", tuvo que avisarle un ayudante.

“Oh, sí”, dijo Biden, “¿qué tal, George?“.

El actor sabía que su amigo, de 81 años, había pasado unos días ajetreados -con viajes a Francia, Delaware, Italia y California- y consideraba “mezquino” el informe del fiscal especial Robert Hur que en febrero lo había definido como un “anciano con mala memoria”. La última vez que se habían encontrado, hacía dos años, lo había visto bien. Pero aquel día en Los Ángeles no pudo evitar preguntarse si ese hombre, que un asistente a la gala definió como “alguien que no estaba vivo”, era realmente el presidente de Estados Unidos.

La anécdota figura en Original Sin, libro de los periodistas Jake Tapper, presentador estrella de la CNN, y Alex Thompson, reportero de Axios. “Más de 200 entrevistas” —en su mayor parte, a fuentes anónimas— sirven a Tapper y Thompson para concluir que “el pecado original” del título fue la decisión de Biden de presentarse a la reelección, “seguida de los agresivos esfuerzos” de su entorno “por ocultar su deterioro cognitivo”. Uno de los pocos que hablan con nombre y apellido, un estratega demócrata llamado David Plouffe, es más explícito al denunciar que el candidato “jodió muchísimo” al partido por no apearse antes de la contienda.

Su publicación está prevista para el 20 de mayo, pero este martes The New Yorker publicó un extracto que la revista tituló: “Cómo Biden le entregó la presidencia a Trump”. La estrategia de promoción previa incluyó además una tibia reseña en The New York Times, un artículo en Axios y un buen montón de tiempo de antena en la CNN. Tanto tiempo como más o menos la mitad del programa del propio Tapper, de quien ya se sabía por libros anteriores que se mueve con desparpajo en las aguas del autobombo.

El avance editorial cayó como una bomba en Washington, pese a que la aprensión de Clooney con el aspirante demócrata no es precisamente una noticia. Después de todo, el actor publicó el 10 de julio un artículo en el Times que tituló: “Quiero a Joe Biden, pero necesitamos un nuevo candidato”.

Para entonces, esa idea tampoco era original: el 27 de junio, el presidente dejó claro ante millones de televidentes en el debate que lo enfrentó a su rival, Donald Trump, que no parecía capaz de completar la campaña, ni de ganar las elecciones, no digamos ya de dirigir el destino de la primera potencia mundial durante cuatro años más. Aquella súbita toma de conciencia abrió la espita de las críticas en su propio partido, que empezó a atreverse a llevarle la contraria y acabó forzándole a renunciar tres semanas después.

El resto es historia de la derrota más humillante del Partido Demócrata en décadas. Kamala Harris, la vicepresidenta a la que el jefe había relegado durante su mandato, se convirtió de pronto en su mejor opción y tomó el relevo. Siguieron lloviendo los millones en donaciones, pero nada impidió el regreso de Trump a la Casa Blanca.

También se supo este martes, gracias a la parte que desveló Axios, que “en 2023 y en 2024", en vista de que “se había vuelto tan grave el deterioro físico de Biden, más evidente en su caminar vacilante, hubo discusiones internas [entre sus colaboradores] sobre la posibilidad de sentar al presidente en una silla de ruedas”. Esas conversaciones llegaron a la conclusión de que no lo harían, escriben Thompson y Tapper. Al menos, no hasta después de las elecciones.


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