Sheinbaum, Pancardo y la prueba tamaulipeca

La seguridad pública es uno de los termómetros más sensibles de todo gobierno y, en Tamaulipas, esa temperatura puede marcar la diferencia entre la gobernabilidad y la crisis.
Apenas días antes de la nueva visita de Claudia Sheinbaum como presidenta al estado, se formalizó el relevo en la Secretaría de Seguridad Pública. Sale el general Sergio Hernando Chávez y entra el general en retiro, Carlos Arturo Pancardo Escudero, un viejo conocido del estado que regresa con una sola misión: mantener el equilibrio.
La pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿es un cambio de forma o de fondo?
Pancardo no es un improvisado: fue comandante de la Octava Zona Militar en Reynosa, conoce la orografía, los actores y la dinámica criminal, pero también sabe que lo que antes funcionaba puede no alcanzar hoy, y que Tamaulipas —a pesar de los datos oficiales— sigue arrastrando una sombra de desapariciones, rutas de riesgo y complicidades que no se han cortado de raíz.
Lo que llama la atención es la prudencia con la que el nuevo secretario evitó hablar de ajustes en la estrategia de Seguridad, justo cuando Sheinbaum está por pisar el sur del estado. Un silencio que dice más de lo que calla. Porque si algo deja entrever es que las decisiones —las que realmente mueven la aguja— vendrán desde Palacio Nacional.
La posible convocatoria a una reunión del Gabinete de Seguridad en Madero no es sólo un gesto logístico, es un mensaje político: Sheinbaum quiere marcar su propia narrativa en el tema más espinoso del país. Y hacerlo en Tamaulipas, donde históricamente la seguridad se gestiona con el Ejército, más que con los civiles, es una forma de anunciar que la estrategia tendrá un rostro nuevo, pero no necesariamente un camino distinto.
El reto de Pancardo no es menor: hereda una Guardia Estatal que ha ganado presencia, pero también arrastra denuncias por abusos, desconfianza y escasa formación en derechos humanos. El discurso de “cero corrupción” suena bien, pero necesita algo más que voluntad, necesita blindaje político y margen de maniobra y, en Tamaulipas, esos márgenes se negocian con mucho cuidado.
Por eso, la gira presidencial no sólo es importante para los anuncios oficiales, es, también, un termómetro del grado de coordinación entre el nuevo Gobierno federal y el de Américo Villarreal, un gobernador que le transmite confianza a la Presidenta. La relación con la federación puede ser de aliados o de subordinación, y en seguridad esa línea es especialmente delicada.
Porque mientras se anuncian helicópteros y fuerzas federales en la zona sur del estado, la ciudadanía sigue preguntando por los desaparecidos en la frontera, los retenes criminales y los cuerpos sin identificar. Es ahí donde la retórica choca con la realidad.
Hoy, Pancardo vuelve a Tamaulipas con una responsabilidad más política que militar, y Sheinbaum tendrá en este estado una de sus primeras pruebas de fuego: demostrar que su gobierno no es una continuidad maquillada, sino una apuesta por recuperar la confianza en la seguridad como derecho, no como favor.
Regresa Sheinbaum a Tamaulipas
La tormenta “Barry” no sólo trajo lluvias intensas al sur de Tamaulipas, también marcó la incursión institucional del gobierno de Claudia Sheinbaum en tierras tamaulipecas.
Desde el martes por la noche, Laura Velázquez Alzúa, coordinadora nacional de Protección Civil, se instaló en Tampico por instrucción directa de la Presidenta. El mensaje es claro: no hay tiempo que perder cuando se trata de presencia federal.
Y si en marzo Reynosa puso a prueba la capacidad de reacción con lluvias torrenciales, hoy es la zona conurbada —Tampico, Madero y Altamira— la que exige una operación de Estado.
La coordinación entre la federación y el gobierno de Américo Villarreal Anaya se ha desplegado con precisión. Este miércoles ambos encabezarán la atención a las zonas más golpeadas por el agua. Pero el momento clave será el viernes, cuando la presidenta Claudia Sheinbaum llegue en persona a verificar los daños, las acciones y, sobre todo, la respuesta institucional.
Más que una visita de evaluación por daños, es un acto político de fondo: se planta en Tamaulipas con botas, helicópteros y rostro humano. Y no es casualidad.
Porque frente al desastre, también se juegan las formas. Y Sheinbaum lo sabe.