Columnas - Salvador Camarena

Con huachicol no hay país

  • Por: SALVADOR CAMARENA
  • 03 JULIO 2025
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Con huachicol no hay país

Sin un combate efectivo al robo de combustibles se compromete la viabilidad de Pemex, lo que no es poco decir si vemos la importancia de la petrolera en la vida de la nación

Para fines de mes, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum este martes, la Federación presentará una reestructura total de Petróleos Mexicanos. Pemex, adelantó en la mañanera, será en términos corporativos una empresa muy distinta a la de las últimas décadas.

Aunque la mandataria se reservó detalles de la verticalización corporativa que desea para la petrolera mexicana, no es necesario esperar para advertir que parte del rescate radicará en prevenir el robo de hidrocarburos que sangra a Pemex.

Sheinbaum tiene una mística muy particular con respecto al cuidado del erario. Se puede discutir cuán eficiente económicamente hablando es el paradigma estatista que la morenista impulsa, pero no se le puede regatear que le escuece el mal uso de los recursos públicos.

Para la presidenta es un tema prioritario el encontrarle la cuadratura al círculo que conjure el robo y tráfico de los productos de Pemex. Lo que traducido a lenguaje llano significa que empeñará buena parte de su capital político a atajar un problema que su antecesor dejó crecer. Independientemente de lo que junto con su secretaria de Energía, Luz Elena González y su secretario de Hacienda, Édgar Amador, pretenda Sheinbaum, la otra parte del rescate de Pemex se basa en meter de lleno a su aparato de seguridad a impedir el huachicol.

Claudia abre así un frente en la lucha en contra de los cárteles criminales. No se trata aquí de apaciguar a Estados Unidos por el fentanilo, ni de un combate tradicional a los narcotraficantes. Es la lucha, guerra si se quiere, de un Estado en pos de salvaguardar, recuperar incluso, lo suyo.

Si bien no es para nada el primer movimiento de esta partitura, sí ha llamado la atención que el gabinete de seguridad en pleno llamara a la prensa el domingo para informar sobre un operativo de envergadura en contra de huachicoleros que operaban en el centro del país.

Omar García Harfuch, secretario de Seguridad, junto con los titulares de la Marina, la Defensa y la Guardia Nacional, y destacadamente del Fiscal General de la República, dio cuenta ese día de cateos, decomisos y detenciones a una red dedicada al robo de hidrocarburos.

La opinión pública conoció de nombres de los presuntos cabecillas, de una estructura industrial para almacenar y transportar lo sustraído, y de que seguirán las investigaciones para conocer y procesar a autoridades cómplices que no vieron tan aparatosa operación.

En lo que siguen las averiguaciones, es preciso advertir la complejidad del reto que Sheinbaum y su gabinete de seguridad se han echado a cuestas. Que nadie se sorprenda si esto deriva en momentos turbulentos, porque la decisión supone el haber cruzado un umbral.

Por sexenios, un Estado permisivo hizo que el término huachicol adquiriera carta de naturalización para definir la perforación de ductos, la sustracción en las plantas mismas, e incluso el tráfico fronterizo de hidrocarburos robado o con papeles falsos, de Estados Unidos a México y viceversa.

El periodista Pablo Ferri daba cuenta en EL PAÍS este martes de las pérdidas de Pemex por huachicol en el 2024: al menos mil millones de dólares. Y en el caso del contrabando de hidrocarburos el golpe a la recaudación sería de unos 9 mil millones de dólares.

Otra manera de ilustrarlo es contrastando los inicios de sexenio que en este renglón tuvieron López Obrador y Sheinbaum.

El primero decretó una suspensión del abasto para tratar de retomar el control de los ductos, lo que provocó escasez nacional y un disparatado programa de pipas; la segunda ha procedido a vistosos decomisos en Ensenada, Baja California, en la costa de Tamaulipas, e incluso en Tabasco. Y ahora en varios estados del centro de México.

En 2017, un año antes del arribo de Andrés Manuel a Palacio Nacional se llegó a calcular en 60.000 millones de pesos las pérdidas de Pemex por huachicol. Eso sería tres veces más de lo que se supone que pierde hoy la petrolera, pero a quién sorprende que las cifras sean tan estratosféricas como dispares si López Obrador, en su permisividad a los criminales de toda monta, llegó a declarar que en su sexenio el robo de esos productos prácticamente había desaparecido.

Hoy le toca a la presidenta lidiar con el monstruo de varias cabezas que es el huachicol. En esta lucha le va su fama de ejecutiva empeñosa: lo mismo en las aduanas, que quiere limpiar a fin de crecer la recaudación atacando a los evasores, que encontrando la fórmula que por sexenios no se ha hallado para impedir el robo en ductos e instalaciones de Pemex.

Los carteles de alcance global, y aquellos locales que como en Guanajuato se empoderaron a partir de picar los ductos y que sanguinariamente resisten cualquier intento de control, van a enfrentar esta decisión que la presidenta encontró impostergable.

Que nadie interprete algunos golpes espectaculares como el preludio de una batalla sencilla o corta. Arrebatar a los criminales el patrimonio de los mexicanos, o evitar que desde el extranjero introduzcan gasolina fraudulentamente, es tan nacionalista como arriesgado.

La rueda de prensa del domingo fue mucho más importante de lo que parece a primera vista.

Porque sin un combate efectivo al huachicol se compromete la viabilidad de Pemex, lo que no es poco decir si vemos la importancia de la petrolera en la vida de la nación. O ésta o el huachicol, es la real disyuntiva.



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