Vivir tanto

Después de 50 años de casados, don Acisclo le salió a su esposa con la peregrina novedad de que quería divorciarse de ella. "Pero, Chisco -se afligió la señora-. El día de nuestra boda prometiste amarme toda la vida". "Es cierto -admitió él-. Pero no creí que íbamos a vivir tanto". Se ha dicho que hay mujeres que cuando se saludan de beso son como boxeadores que chocan los guantes antes de empezar la pelea. De ese talante era doña Panoplia de Altopedo, perteneciente a la buena sociedad que a veces es tan mala. El duque Sopanela le hizo una invitación para tomar un té con pastas junto con su amiga Gules. En el curso del piscolabis el galante caballero le dijo a doña Gules: "Qué hermosos dientes tiene usted, señora mía. Me parecen una sarta de preciosas perlas guardadas en un estuche de peluche rojo". Con una sonrisa venenosa doña Panoplia le sugirió a su amiga: "Sácate la dentadura, Gules, para que el señor duque pueda admirarla más de cerca". Caperucita Roja le preguntó a su abuela, que estaba en la cama: "Abuelita: ¿por qué tienes los ojos tan grandes?". "Para verte mejor" -respondió ella. "¿Y por qué tienes las orejas tan grandes?". "Para oírte mejor". "¿Y por qué tienes los dientes tan grandes?". Estalló la abuela: "¡Bueno, cabrona!" ¿Viniste a traerme la canastita o a criticar?". Ya conocemos a don Chinguetas. Es un casado que se cree soltero, y sigue actuando como si no perteneciera al numeroso contingente de los matrimoniados. Sucedió que él y su esposa fueron invitados a ser padrinos de bautizo de un bebé. La señora le dijo a don Chinguetas: "Los compadres van a comulgar en misa. Nosotros también debemos hacerlo. Ve a confesarte". A querer y no el casquivano señor lo hizo. En el confesonario le dijo al padre Arsilio: "Acúsome, padre, de que he tenida trato de carnalidad con varias mujeres". Inquirió el sacerdote: "¿Con cuántas?". "Señor cura -replicó don Chinguetas-. De haber sabido que iba usted a preguntarme eso le habría pedido a mi contador que llevara la cuenta". Doña Facilisa, mujer que no solía cumplir la promesa de fidelidad que le hizo a su esposo al pie del ara cuando se casó con él, estaba refocilándose con un nuevo amante en el mismísimo lecho conyugal cuando oyó que se abría la puerta de la calle. "¡Mi marido!" -exclamó con apuro. El amante saltó de la cama y dijo igualmente apurado: "¡La puerta de atrás!". Le informó Facilisa: "¡No hay puerta de atrás!". Preguntó con tremulante voz el azorado tipo: "¿Dónde quieres que te haga una?". "No hay tiempo para eso" -ponderó la pecatriz. "El clóset, entonces" -sugirió el querido. "Tampoco hay clóset -dijo la mujer-. Mi esposo presentía mis devaneos, y le prohibió al arquitecto que pusiera uno en la recámara". "Estoy perdido, entonces -se angustió el sujeto-, y tu marido me hallará". "No necesariamente -declaró Facilisa-. Ponte en aquel rincón, así desnudo, en actitud de estatua, y no te muevas". Desconcertado, el hombre obedeció. Completamente en cueros adoptó la postura del Discóbolo de Mirón. La mujer lo cubrió de talco para darle apariencia marmórea. Entró el marido y vio la simulada estatua. Le preguntó a su esposa: "¿Y eso?". Explicó ella: "¿Recuerdas que fuimos a la casa de los Chorrales y nos mostraron una estatua que habían comprado? Yo quise tener una igual, y compré ésta". "Ya entiendo -aceptó el hombre-. Vamos a cenar". Salieron, en efecto, pero a poco regresó el marido con una cerveza y media pizza de salami. Le dijo al supuesto Discóbolo: "Te traje esto, carnal. Cuando yo fui estatua en la casa de los Chorrales me pasé tres días sin tomar agua ni probar bocado". FIN.
MANGANITAS
Por AFA
"La Presidenta Sheinbaum defiende a López-Gatell".
Me comentaba un lector: "Hacer eso es su deber,
pues tiene que defender
lo que le ordena Obrador".